Este texto lo escribí a principios de 2018
Llevo ya unos años analizando los problemas actuales que
complican la práctica de la ganadería extensiva como medio y modo de vida. Y la
verdad es que la situación actual no es fácil. Y lo que se viene en el futuro
próximo tiene pinta de empeorar la situación. Solo hay que hacer un balance
entre el número de actividades ganaderas extensivas de hace unas pocas décadas
y las que ahora siguen en marcha. La estadística negativa es evidente.
Los requisitos administrativos, la gestión legislativa al
respecto, la presión social actual y la falta en algunos casos de cooperación
dentro del sector ponen trabas a un modelo de ganadería que, por regla general,
es fundamental para, entre muchas otras cosas, frenar el despoblamiento rural.
El modo y medio de vida de quien se dedica a la ganadería
extensiva está siendo infravalorado y acusado de manera salvaje en los últimos
tiempos. Tanto desde la administración por su falta de apoyos en la práctica,
como desde algunos sectores de población la mayoría de veces desligados de los
entornos rurales y, en consecuencia, desinformados de la realidad y de las
graves consecuencias que acarrearía la desaparición de la ganadería extensiva.
La ganadería extensiva es claramente motor económico del
medio rural. Además, esta gestión de los animales es fundamental para el
mantenimiento de los ecosistemas y entornos naturales, desde prados a bosques y
desde bosques a montes. Muchas personas, como yo, ven en la agroecología una
vía práctica para conseguir unificar lo que últimamente parece imposible de
mezclar: ganadería extensiva y agroecología.
Desde mi punto de vista, la agroecología no tiene
necesariamente que ver con las posturas veganas, con los dogmas nacidos en las
urbes o con las decisiones en pro de la “sostenibilidad” aprobadas desde un
despacho o un laboratorio y que luego dictan las legislaciones al respecto.
Llevo unos años viendo, probando y promoviendo la
unificación de la ganadería extensiva y la agroecología (e igualmente con la
agricultura y la agroecología). Sé que me meto en medio de dos visiones que
demasiadas veces se tiran los trastos a la cabeza, y este cruce de acusaciones
me parece un error que condenará tanto a unos como a otros. ¿Me lloverán
ostias? Seguro que sí. ¿Servirá para algo? Espero que sí. Y como creo en lo que
digo, porque lo he visto y comprobado, voy a intentar explicar mis razonamientos
sobre la necesidad de esta unificación.
La mezcla de ganadería extensiva y agroecología es muy
sencilla desde mi punto de vista. No hay mucho que inventar. Las cabañas
ganaderas que pastorean han sido claves para la fertilización de los suelos
desde hace miles de años. Con los animales se han mantenido prados, bosques y
montes para prevención de incendios y se han utilizado los bosques como
refugios de invierno. Los prados han actuado, junto con los bosques, como
fijadores de dióxido de carbono atmosférico (uno de los problemas del cambio
climático). Bosques y prados han sido desde siempre fundamentales en el
equilibrio de los ecosistemas y grandes receptores de agua, atenuando problemas
de sequías y temperaturas extremas. La calidad alimentaria de los productos
derivados de la ganadería extensiva es buena en general y esto también implica
seguridad alimentaria para los consumidores.
Aunque tampoco van a ser todo flores y vaquitas felices en
la ganadería extensiva. Hay casos, pocos por suerte, en los que hay trampas. Y
también algunas costumbres que no ayudan al sector y que habría que ir
cambiando. Los plásticos de las bolas de silo desperdigadas por montes, bosques
y ríos no ayudan; la ceba con piensos (recordemos que los herbívoros, como su
propio nombre indica, comen hierba) no son lo indicado para la alimentación
natural de vacas, ovejas, cabras,…; las subvenciones (ayuden más o menos a cada
productor) son de fondos públicos y se han convertido, en no pocos casos, en un
factor de comodidad que impide la evolución y el desarrollo de nuevos sistemas
de pastoreo que maximicen la rentabilidad de las ganaderías extensivas. Si a
esto le sumamos la falsedad que se desarrolla a través de algunas
denominaciones de origen y la excusa de la actividad cinegética como preventivo
de ataques de depredadores (fundamentales para el equilibrio de los
ecosistemas) es lógico que haya quejas. Sin ecosistemas todos nos quedamos sin
soluciones, esto es un hecho.
Si no hay unificación entre agroecología y ganadería
extensiva, el futuro se pone oscuro. Y ahora ya está gris. Y para lograr esa
unificación hace falta que seamos capaces de ponernos en la piel del otro, en
el día a día. Debemos ser capaces de ver las virtudes del otro y, al mismo
tiempo, ser conscientes de que todos podemos mejorar nuestras prácticas y poner
en marcha nuestro sentido autocrítico.
La mejora de la situación de la ganadería extensiva no pasa
solo por la administración (y las subvenciones), a la que hay que presionar de
verdad. El futuro pasa (y para eso se necesita un ejercicio de responsabilidad)
por reconocer algunas malas prácticas e impulsar la evolución de las
actividades buscando: bajar los costes de producción para aumentar los
márgenes, haciendo visible el día a día de las actividades y sus indudables
impactos positivos en las sociedades rurales, promoviendo la cooperación y no
la competencia (buscando ventas directas de manera conjunta por ejemplo),
siendo conscientes que mejorando solo un poquito más se reduciría cualquier
impacto medioambiental negativo,….
El camino está marcado y no es tan complicado, de verdad.