Constatando, una vez más, la escasez de posibilidades de la población en cuanto a toma de decisiones sobre la gobernanza del estado, todo apunta a un futuro a corto plazo cada vez más totalitario. Desde la memoria histórica, pasando por las realidades del presente y los planes de futuro, las opciones de representatividad efectiva de las necesidades y opiniones de la población en los órganos de gobierno son ya escasas y siguen en proceso decreciente. Este es el único decrecimiento que ahora se puede verificar.
El eterno gran problema de la centralización, como concepto de acumulación de poder y homogeneización ideológica, fijado ya a escala global, imposibilita la acción y reacción desde los órganos de gobernanza estatales por estar subyugados a las leyes globales, marcadas desde los poderes monetarios.
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Complejidad vs Homogeneización |
La jerarquía del sistema es descendente. En nuestro caso: del global al europeo, del europeo al estatal, del estatal al autonómico, del autonómico al provincial, del provincial a la capital de provincia, de la capital de provincia al pueblo cabecera y del pueblo cabecera a la aldea. La cadena de intermediarios en la gobernanza es tremenda. ¿Cómo va a ser posible gestionar localmente con tantos intereses intermedios? ¿Cómo va a ser posible conseguir beneficios en base a las necesidades de cada comunidad? Es imposible con semejante estructura de intermediarios.
Y claro, factores como el despoblamiento rural y la concentración de población en urbes conllevan la pérdida de las identidades culturales, esfumadas por la imposición de la cultura global ávida de homogeneización y, por consiguiente, la falta de potestad en las gobernanzas locales. Y todavía hay quienes piensan, e intentan, cambiar las estructuras desde la centralización, pensando que tomando el poder centralizado conseguirán desligarse de los poderes que les enciman y serán capaces de repartir justicia como seres objetivos, equitativos y poseedores de la verdad, ergo endiosados. Y es que la centralización no es otra cosa que acumulación de poder, decisiones e imposición de ideas.
El medio rural ha sido históricamente un espacio de desobediencia fiscal y jurídica. Y, aunque venido a menos, aún lo es. Siguen existiendo leyes propias no escritas en el día a día. Y, a pesar de los prejuicios que se puedan tener al respecto auspiciados por frases como "pueblo pequeño, infierno grande", aún hay sensación de libertad real y sentido común de conservación del derecho a proteger el territorio y a protestar como comunidad, tanto a la sustracción de servicios como a la invasión cultural desde las sociedades urbanas.
Esto no quiere decir que las sociedades rurales estén exentas de estratificación social y jerarquías, claro que las hay. Pero aún hoy en día se arreglan y desarreglan de otra manera, más o menos civilizada, pero mirándose a la cara, pues la alcaldesa es tu vecina y puedes llamar a su puerta para cualquier queja o propuesta, o te arreglas con tu vecino para la suerte de leña, o compartes la pequeña maquinaria que usas en la huerta y desbroces, o los pequeños mantenimientos de la aldea. Y aquí está la gran diferencia aún vigente entre la comunidad urbana y la comunidad rural: las estructuras de poder en la comunidad rural están a mano en muchos casos a pesar de las jerarquías.
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El poder de la descentralización |
Una analogía respecto a la centralización en el comercio y la gobernanza. Todo agente de producción tiende cada vez más a eliminar intermediarios entre producción origen y consumo final para obtener el máximo beneficio monetario. Entonces, respecto a la gobernanza, ¿no será más razonable eliminar intermediarios en estas estructuras para conseguir los beneficios adecuados y cubrir así las necesidades de cada comunidad local?
Una respuesta habitual a la pregunta anterior es: "Eso es una utopía" o, lo que es lo mismo, el razonamiento de la inmovilidad y la inacción. ¿Miedo? ¿Exceso de comodidad? ¿Imposibilidad? ¿Dificultad? Claro, la vida misma. La supervivencia de cualquier ser vivo siempre se ha basado en afrontar y hacer, en vivir y adaptarse, en cambiar constantemente,... ¿Dónde y cuándo perdimos el sentido vital de la realidad? Si algo comparten la vida y la supervivencia es el movimiento.
El albañil al que se le consulta sobre la posibilidad de rehabilitación de una construcción en ruinas responderá que trae más a cuenta demoler las ruinas y comenzar desde los cimientos.